Alemania, el país de Europa con el mayor número de fronteras terrestres, un total de nueve, ha tomado la controvertida decisión de imponer controles internos en todas sus fronteras, generando una ola de protestas y tensiones diplomáticas con sus países vecinos.
El Gobierno alemán justifica esta medida con el argumento de que es necesaria para combatir el «extremismo islámico» después del atentado ocurrido en la ciudad de Solingen hace tres semanas. En dicho ataque, un solicitante de asilo sirio asesinó a tres personas, lo que desató preocupaciones en materia de seguridad en el país.
Inicialmente, Alemania estableció controles en sus fronteras con Suiza, Austria, Chequia y Polonia. No obstante, desde el pasado lunes y hasta el 15 de marzo, estos controles se extenderán también a las fronteras con Francia, Luxemburgo, Países Bajos, Bélgica y Dinamarca. El objetivo principal de estas medidas es frenar la entrada de inmigrantes, devolviéndolos directamente en los puntos de cruce fronterizo.
Los países reaccionan
Los países vecinos no han tardado en reaccionar, y en su mayoría han expresado desaprobación. Austria, por ejemplo, ha rechazado aceptar a los refugiados que Alemania rechace en su frontera, lo que ha añadido tensión a la ya complicada situación. Chequia, por su parte, ha criticado la decisión de Alemania señalando que representa una amenaza al espacio de libre circulación establecido en la Unión Europea, conocido como el Espacio Schengen. Países Bajos ha advertido sobre las posibles complicaciones que estos controles traerán para el tránsito de personas y mercancías, un aspecto clave para el comercio y la economía de la región. Polonia, a través de su primer ministro, Donald Tusk, ha sido tajante al calificar la medida alemana como “inaceptable”.
En resumen, la decisión de Alemania de imponer controles fronterizos ha generado una significativa controversia en Europa. Los países de la región perciben las medidas como un desafío a los principios de libre circulación y cooperación en la Unión Europea, lo que crea un clima de tensión diplomática y política que podría tener implicaciones a largo plazo para sus relaciones.